Aquellos que se dejan caer por aquí de vez en cuando

martes, 24 de abril de 2012

Jamás me había sentido tan solo como rodeado de tanta gente.

A veces me ocurre que, después de estar leyendo un buen libro, tiene que pasar un buen rato hasta que mi mente vuelve a la normalidad, a pensar como lo hacía antes de buscar el marcapáginas para continuar por donde lo había dejado la última vez.

Cierro el libro y salgo a la calle, con los ojos abiertos pero sin mirar a ninguna parte en concreto, sólo útiles para guiarme en el mundo físico mientras mi cabeza se encuentra en otro lugar, absorta en narrar situaciones que aún no han acontecido, inverosímiles pero reales al mismo tiempo, que dan calor, frío, alegría, tristeza, dolor o bienestar como si hubieran pasado alguna vez, al igual que un vívido recuerdo de lo más profundo de mi subconsciente.

Enmimismado en una calle, con el viento zarandeando una palestina que llevo atada a la correa de la bolsa que, colgada de mi hombro, contiene ese libro, que espera a ser abierto en una biblioteca, un banco o un parque, para volver a dejarme la misma sensación cuando vuelvan sus páginas a cerrarse.

Esa sensación de no pertenecer a este mundo, de estar por encima del suelo que piso, el aire que respiro o los edificios impasibles que me miran desde lo alto, como comprendiéndome.

Y es que es así.

Sólo ellos parecen comprender quién soy, dónde estoy y cómo me siento. Únicamente la piedra, fría y húmeda, inmóvil, estoica, consigue que yo me identifique con ella.

Y esto, en cierto sentido, me asusta y me reconforta al mismo tiempo.

Me asusta, porque veo que no hay nadie como yo en el mundo; que entre siete mil millones de personas no hay nadie como yo, ni nadie para mí.
Me reconforta, porque al menos algo en el mundo siente como yo, y mira a los ojos de la gente como yo lo hago.


Vaya a donde vaya solamente encuentro ojos vacíos; expresivos, sí, pero sin fondo, sin ambición, sin preocupaciones personales, introspectivas, sólo privados del sueño por asuntos que realmente no les atañen, relativos a la sociedad en que les ha tocado vivir. Una sociedad colectivista, en la que nadie piensa individualmente.


Se preocupan tanto de pensar en los demás que no se paran siquiera a pensar en sí mismos. Si uno no piensa en sí mismo, acabará por no pensar en nadie, y entonces no tendrá modo de salvarse en su intento de salvar a alguien que seguramente jamás haya pensado en salvarle a él, ni, obviamente, a sí mismo tampoco.


Jamás me había sentido tan solo como rodeado de tanta gente.


En un mar de miradas, de lágrimas, de falsas esperanzas en el que sólo yo parezco haberme dado cuenta de cómo es el mundo en que vivimos: vacío, indoloro, tan lleno de nada.


Trato de pasar inadvertido mientras dentro deseo destacar por encima de todas esas personas llenas de emociones vacías, porque sé que no soy como ellos, pero, al no intentar marcar una diferencia entre ellos y yo, soy exactamente igual a todos.


 que quizá para algunos lo que están leyendo pueden parecer palabras vacías, pero para mí están repletas de significado.
Puede también que cada uno las interprete como le venga, seguramente de forma distinta a como tenía intención, pero seguirán teniendo el mismo sentido para mí.
En una parte me gustaría saber cómo las interpreta otra persona, qué matices les da, pero la forma en que yo las escribí no cambiará.


RodNonconformist


Decimoséptima entrada, a 24 de abril de 2012.


Fotografía: RNonconformist 29/02/2012

jueves, 9 de febrero de 2012

Querer... ¿es poder?

Querer... ¿es poder?

Una de las grandes mentiras que tanto se repiten.

La voluntad nunca es el cien por cien de nada. 

Ni siquiera se acerca.

Los actos son lo que realmente vale la pena, lo que puede hacerte llegar lejos. Lo que al final resulta ser útil.

Yo ya no sé ni qué es lo que quiero. Quiero tan poco, y a la vez tanto. Lo quiero todo, y no quiero nada. Quiero que sí. Quiero que no. Quiero tener. Quiero perder. Quiero que algo salga bien por una vez. Por una sola vez.

¿De verdad pido tanto?

Las cosas que deseo se contradicen. Se excluyen.

Y al final, no tengo nada. Absolutamente nada.

A veces me parece que me autocompadezco demasiado. Otras, pienso que no me tengo en ninguna estima. Y la mayoría de las veces, simplemente, no sé ni cómo verme.

Son tantas cosas. Son demasiadas.

Quizás la forma de encontrar un punto donde me encuentre medianamente cómodo sea sencillamente no buscar.

Así he encontrado muchas de las mejores cosas que han pasado por mi vida. Sin buscarlas.

Al final te topas de frente con cosas que mejoran tu día.

Yo no busco la felicidad. Voy recogiendo pedazos de ella a lo largo del camino. Y sé que la felicidad nunca es completa. En mi opinión, y como ya he dicho en repetidas ocasiones, la felicidad como tal no existe, sino la alegría. La alegría es momentánea. Nadie es feliz durante toda su vida.

Suena pesimista, pero la verdad es que he intentado verlo desde un punto de vista lo más objetivo posible. Y, como empirista, me he basado en hechos y experiencias.

En algún momento de la carretera siempre hay un bache. La verdadera fuerza es saber esquivarlos, o recomponerse.

Quiero. Quiero y no puedo.

Puedo. Puedo, pero no quiero.

Quiero tanto que al final no tengo nada.

Y por eso me pregunto:

Querer... ¿es poder?

RodNonconformist

Decimosexta entrada, a 9 de febrero de 2012

Fotografía: RodNonconformist en Salem, Massachusetts, USA. ??/03/2010

martes, 7 de febrero de 2012

Forever Young

Joven para siempre.


Es algo que nunca se me irá de la mente.


Que soy, fui, y seré joven para siempre.


No importa qué, ni cuándo, ni dónde. No importa nada. Siempre que siga siendo yo, nada va a cambiar.


Y es algo que por un lado no es bueno, porque vivo en un mundo dominado por la "madurez". No existen los niños en las oficinas. Los niños no firman contratos. Los niños sólo se dedican a sí mismos.


¿Qué es ser maduro?


¿Madurar es dejar de jugar con juguetes? ¿Es empezar a vestir de forma adecuada a cada ocasión? ¿Es dejar de preguntar cosas que no comprendes?


No. A mí no me valen esas cosas.


que algún día miraré atrás en el tiempo y pensaré "qué necio, entonces no sabía cómo era el mundo realmente". O puede que simplemente piense "aún me quedaba un atisbo de inocencia".


Inocencia que se pierde a medida que uno crece. A medida que ve con sus propios ojos las cosas de las que antes sólo había oído hablar. La miseria se apodera de un mundo corroído por los poderosos. Poderosos que a su vez están corroídos por su propio poder. Ya no vale el decir "por mí y por todos mis compañeros". Ya no vale "estar en casa". Ni siquiera vale el "eso no vale" cuando algo no nos gusta.


Porque hoy en día, si algo no nos gusta, va a seguir sin gustarnos. 
E incluso va a gustarnos aún menos, porque se va a esforzar al máximo por ello.


Crecer es difícil.


Y no por lo que llega, sino por lo que se deja atrás.


Algo en ti desaparece cada vez que te deshaces de uno de tus dibujos, de uno de tus muñecos, de uno de tus juegos. Y no hay manera de hacer que vuelva.


La única motivación que me lleva hacia delante es la búsqueda de experiencias nuevas que guardar como el más preciado de los tesoros. Esas experiencias nuevas que en un futuro tendré, serán en algún momento mi pasado.


Y el pasado lo es todo.


¿Qué es un hombre sino sus recuerdos?


Un hombre sin memoria no es nadie, no es nada.


Volver atrás en el tiempo siempre es posible. Evocar momentos mejores, o peores. Siempre es bonito recordar.


El tiempo no se compone de elementos mensurables; horas, minutos, segundos...


El tiempo se compone de momentos. Momentos que se encuentran en uno mismo. En lugares, en sentimientos, en emociones...


Sólo un loco no querría mantenerse joven para siempre.


Joven para siempre.


RodNonconformist


Decimoquinta entrada, a 7 de febrero de 2012


Fotografía: RodNonconformist en Trondheim, Norge. 18/11/2010